27 de abril de 2008

Re-valoriza...


Respira. Por primera vez en más de un mes, de verdad, respira. Con un poco de cautela, tomándote tu tiempo, te das cuenta de que el aire no es tan pesado como parecía y que cada suspiro era eso: un simple suspiro y no un signo inequívoco de que esta vez sí te ibas a ahogar...

Vuelve la vista atrás, ahora que todo está fresco todavía. Observa con atención los pasos y pisadas y los caminos obscuros y claros y date cuenta de qué te trajo aquí. Ahora, cierra los ojos y pasa por el esternón los dedos... siente la cicatriz. Aún al rojo vivo, pero cerrando ya. Abre los ojos y mira cómo es que vuelve la piel a cerrarse y tus células vuelven a su lugar. Llévala como amuleto; mejor, como recordatorio del precio que tuviste que pagar para que las cosas volvieran a su perfecto lugar.

Respira. Otra vez, respira. Siente el aire impregnado de lluvia entrar a tus pulmones. Alza la cabeza. Mira hacia adelante: ahí está, todo lo que te falta por andar. Respira. El camino ya es uno; no es amarillo, pero tampoco está lleno de espinas. Servirá.

Observa a tu alrededor, siente la cicatriz y los ojos hinchados de tanto llorar. No, esta vez es tu segunda oportunidad. RE-VA-LO-RI-ZA. Da gracias porque el camino está soleado y porque la lluvia está atrás, mojándote la espalda. Respira y da un paso hacia adelante.

Esta vez hay alguien que te tome de la mano y el camino no se bifurca.


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